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Tejiendo una red de duda y ¡qué locura! liberando
En mí la parte que no teme duda alguna.
LA TORRE ENCANTADA
CAPITULO 10
Una situación plena y correctamente comprendida se hace tan razonable como la
minúscula fracción de un segundo que precede a una muerte violenta y que puede ser
como el gatillo que acciona un pensamiento especulativo.
Noventa y tres años después de que Paul fuese alcanzado por la explosión del bloque
de plástico, el fenómeno del no-tiempo que es un estado de existencia en el que el
tiempo no existe fue final y completamente explicado. Naturalmente, ya había sido
empleado, incluso antes de la existencia de la Hermandad del Chantre, sobre una base
que implicaba el azar. Pero con el desarrollo formal del cambio de fase de transporte que
permitía la expansión interestelar de la raza humana, se hizo necesario comprender el
estado atemporal que era la base del cambio de fase. La explicación brutal y breve fue
que existe una relación recíproca entre el tiempo y la posición. Y, si el tiempo deja de
existir (de estar activo quizá fuese una expresión más acertada), en ese caso, la elección
de la posición se convierte en infinita.
Hay, naturalmente, dificultades prácticas que limitan el uso y que aparecen cuando se
presenta el problema que consiste en calcular exactamente la posición deseada. Eso ya
se ha explicado en otra parte. Pero una vez más, y en un lugar diferente, el problema del
no-tiempo será penetrado cuando sus aspectos filosóficos se hagan pertinentes. Por el
momento, para volver al punto histórico de la explosión del cubo de plástico, lo importante
es que para las necesidades prácticas vulgares del no-tiempo se considerará como
tiempo suficiente e incalculable.
Nadie literalmente nadie está a salvo del error. Paul había cometido un error al
encontrarse tras Jase y Kantele en el momento de su partida y ser alcanzado por la
primera onda de la explosión. Al ser sorprendido no existía para él más que una puerta de
salida. Se sumió instintivamente en el no-tiempo para evitar ser destruido, como otros
individuos menores hicieron antes que él.
Prácticamente, todo el mundo había oído hablar del ejemplo auténtico del hombre que
andaba alrededor de los caballos de su coche en un estado de no-existencia, y podían
encontrarse muchos más.
En el no-tiempo, permanecía consciente, y se dio cuenta súbitamente de que desde el
accidente del barco en ningún momento había podido prescindir de un cierto sentimiento
de vigilancia. Incluso su sueño fue abandonado durante períodos de pensamiento
asimbólico a nivel subconsciente, o en ensueños. Y sus sueños, de hecho, parecían un
tornillo sin fin en el complejo de su maquinaria mental. Un tornillo que tomaba los
resultados de los rudos datos que extraía de las sustancias sólidas de sus entornos
diarios con las herramientas de sus sentidos, labrándolos luego groseramente con el
proceso intelectual superior de su inteligencia, para, al fin, reducirlos a finas migajas que
le permitieran llegar al más oscuro proceso que separaba los puros elementos capaces de
ser comprendidos.
Además, no estaba dispuesto a abandonar la vigilancia. Se le había pasado por la
cabeza la idea de que aquello podía ser la causa fundamental de su inflexible negación a
aceptar la hipnosis. Pero aquella explicación no satisfacía plenamente la zona más
sensible de su comprensión; aquello no daba la impresión de ser la respuesta completa: si
el proceso reconocible por el que intentaba comprender y controlar su entorno podía ser
comparado con algo mecánico, lo demás podía compararse con algún proceso químico. Y
aquello era una herramienta tan potente y eficaz para fines prácticos que le cegaba al
nivel de los comunes canales de razonamiento. Era extremadamente difícil sumar dos y
dos y ver que eran cuatro. Lo más sencillo sería considerar el dos como un elemento
natural, y encontrar que el cuatro era una posibilidad implicada y característica.
Miraba toda la existencia a través de una ventana que revelaba solamente elementos
únicos. Enfocaba cada cosa en términos aislados. Aislados, pero con todas sus
posibilidades características implicadas. La totalidad del tiempo, por ejemplo, estaba
implicada en no importa qué sencillo momento que podía elegir para su examen. Pero el
propio momento estaba única e inalterablemente separado de cualquier otro momento,
incluso aunque el otro momento implicase la totalidad del tiempo.
Como resultado era prácticamente imposible mentirle o engañarle. Toda falsedad hacia
él se derrumbaba como una construcción fraudulenta y ligera bajo el peso natural de sus
propias y proliferantes posibilidades. Igualmente, aquello no era siempre una ventaja,
aunque resultaba casi imposible sorprenderle. Toda evolución de los hechos implicada en
el momento que precedía a su asunción le parecía perfectamente natural. Como
resultado, nunca preguntaba cosas que normalmente debería preguntar.
Por ello, no había dudado de las posibilidades que los miembros de la Hermandad del
Chantre parecían atribuirse. Era como si al menos para aquella parte de sí mismo
resultara totalmente razonable que Jase y Kantele intentasen escapar junto con él por
medio de un humo narcótico, un canto funerario y un bloque de plástico explosivo con una
mecha excesivamente corta. Sin embargo, se encontró tan interesado en lo que pasaba
que se vio arrastrado tras ellos y envuelto por el primer microsegundo de la explosión.
Fue dirigido hacia los límites extremos de su conocimiento, incluso más allá. Se sintió
consciente del hecho de que se desplazaba muy rápidamente y, a la vez, de que era
dirigido por la explosión hacia el extremo increíblemente minúsculo de lo que parecía ser
un enorme embudo. Nadaba en su interior, no del todo inconsciente, luchando por
sobrevivir. Se desplazaba por una oscuridad profunda, pero en alguna parte, por encima
de él, había luz y vida.
Luchando, se elevó.
Su mente fue más rápida que su cuerpo al reaccionar para recobrar la plena
consciencia. Se despertó y se encontró hundiéndose a través de una especie de
habitacioncita desnuda en cuyo centro había un estrado circular, sobre el que se
encontraban cuatro hombres que intentaban retenerle. Se dio cuenta de que estaba
buscando la puerta de la habitación.
Luego, lo entendió todo y se detuvo en seco. Y, tras un segundo, los hombres que le
sujetaban le soltaron. Mientras se apartaban, Paul se vio en una superficie parecida a un
espejo en una pared alejada. Tenía la ropa desgarrada por la explosión, y su nariz
sangraba ligeramente. Sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se limpió la sangre del
labio superior. Dejó de sangrar. Jase y Kantele le miraban desde el otro lado de la sala.
No lo entiendo dijo uno de los hombres que le habían sujetado, un hombrecillo de
aspecto vivaracho con los cabellos castaños y revueltos por encima de un rostro
avinagrado. Miró a Paul de un modo que casi resultaba provocativo . ¿Cómo ha llegado
hasta aquí? Si le ha traído Jase, ¿por qué no ha llegado al mismo tiempo que él?
Paul frunció el ceño.
Quizá porque he sido un poco lento dijo.
Eso no tiene importancia replicó Jase . Si se siente bien, Paul, venga.
Jase salió el primero, seguido por Kantele, que dirigió a Paul una breve mirada de
turbación. Este último les siguió.
Les alcanzó en un vestíbulo que había al salir. Sus paredes estaban vacías, carecía de [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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Tejiendo una red de duda y ¡qué locura! liberando
En mí la parte que no teme duda alguna.
LA TORRE ENCANTADA
CAPITULO 10
Una situación plena y correctamente comprendida se hace tan razonable como la
minúscula fracción de un segundo que precede a una muerte violenta y que puede ser
como el gatillo que acciona un pensamiento especulativo.
Noventa y tres años después de que Paul fuese alcanzado por la explosión del bloque
de plástico, el fenómeno del no-tiempo que es un estado de existencia en el que el
tiempo no existe fue final y completamente explicado. Naturalmente, ya había sido
empleado, incluso antes de la existencia de la Hermandad del Chantre, sobre una base
que implicaba el azar. Pero con el desarrollo formal del cambio de fase de transporte que
permitía la expansión interestelar de la raza humana, se hizo necesario comprender el
estado atemporal que era la base del cambio de fase. La explicación brutal y breve fue
que existe una relación recíproca entre el tiempo y la posición. Y, si el tiempo deja de
existir (de estar activo quizá fuese una expresión más acertada), en ese caso, la elección
de la posición se convierte en infinita.
Hay, naturalmente, dificultades prácticas que limitan el uso y que aparecen cuando se
presenta el problema que consiste en calcular exactamente la posición deseada. Eso ya
se ha explicado en otra parte. Pero una vez más, y en un lugar diferente, el problema del
no-tiempo será penetrado cuando sus aspectos filosóficos se hagan pertinentes. Por el
momento, para volver al punto histórico de la explosión del cubo de plástico, lo importante
es que para las necesidades prácticas vulgares del no-tiempo se considerará como
tiempo suficiente e incalculable.
Nadie literalmente nadie está a salvo del error. Paul había cometido un error al
encontrarse tras Jase y Kantele en el momento de su partida y ser alcanzado por la
primera onda de la explosión. Al ser sorprendido no existía para él más que una puerta de
salida. Se sumió instintivamente en el no-tiempo para evitar ser destruido, como otros
individuos menores hicieron antes que él.
Prácticamente, todo el mundo había oído hablar del ejemplo auténtico del hombre que
andaba alrededor de los caballos de su coche en un estado de no-existencia, y podían
encontrarse muchos más.
En el no-tiempo, permanecía consciente, y se dio cuenta súbitamente de que desde el
accidente del barco en ningún momento había podido prescindir de un cierto sentimiento
de vigilancia. Incluso su sueño fue abandonado durante períodos de pensamiento
asimbólico a nivel subconsciente, o en ensueños. Y sus sueños, de hecho, parecían un
tornillo sin fin en el complejo de su maquinaria mental. Un tornillo que tomaba los
resultados de los rudos datos que extraía de las sustancias sólidas de sus entornos
diarios con las herramientas de sus sentidos, labrándolos luego groseramente con el
proceso intelectual superior de su inteligencia, para, al fin, reducirlos a finas migajas que
le permitieran llegar al más oscuro proceso que separaba los puros elementos capaces de
ser comprendidos.
Además, no estaba dispuesto a abandonar la vigilancia. Se le había pasado por la
cabeza la idea de que aquello podía ser la causa fundamental de su inflexible negación a
aceptar la hipnosis. Pero aquella explicación no satisfacía plenamente la zona más
sensible de su comprensión; aquello no daba la impresión de ser la respuesta completa: si
el proceso reconocible por el que intentaba comprender y controlar su entorno podía ser
comparado con algo mecánico, lo demás podía compararse con algún proceso químico. Y
aquello era una herramienta tan potente y eficaz para fines prácticos que le cegaba al
nivel de los comunes canales de razonamiento. Era extremadamente difícil sumar dos y
dos y ver que eran cuatro. Lo más sencillo sería considerar el dos como un elemento
natural, y encontrar que el cuatro era una posibilidad implicada y característica.
Miraba toda la existencia a través de una ventana que revelaba solamente elementos
únicos. Enfocaba cada cosa en términos aislados. Aislados, pero con todas sus
posibilidades características implicadas. La totalidad del tiempo, por ejemplo, estaba
implicada en no importa qué sencillo momento que podía elegir para su examen. Pero el
propio momento estaba única e inalterablemente separado de cualquier otro momento,
incluso aunque el otro momento implicase la totalidad del tiempo.
Como resultado era prácticamente imposible mentirle o engañarle. Toda falsedad hacia
él se derrumbaba como una construcción fraudulenta y ligera bajo el peso natural de sus
propias y proliferantes posibilidades. Igualmente, aquello no era siempre una ventaja,
aunque resultaba casi imposible sorprenderle. Toda evolución de los hechos implicada en
el momento que precedía a su asunción le parecía perfectamente natural. Como
resultado, nunca preguntaba cosas que normalmente debería preguntar.
Por ello, no había dudado de las posibilidades que los miembros de la Hermandad del
Chantre parecían atribuirse. Era como si al menos para aquella parte de sí mismo
resultara totalmente razonable que Jase y Kantele intentasen escapar junto con él por
medio de un humo narcótico, un canto funerario y un bloque de plástico explosivo con una
mecha excesivamente corta. Sin embargo, se encontró tan interesado en lo que pasaba
que se vio arrastrado tras ellos y envuelto por el primer microsegundo de la explosión.
Fue dirigido hacia los límites extremos de su conocimiento, incluso más allá. Se sintió
consciente del hecho de que se desplazaba muy rápidamente y, a la vez, de que era
dirigido por la explosión hacia el extremo increíblemente minúsculo de lo que parecía ser
un enorme embudo. Nadaba en su interior, no del todo inconsciente, luchando por
sobrevivir. Se desplazaba por una oscuridad profunda, pero en alguna parte, por encima
de él, había luz y vida.
Luchando, se elevó.
Su mente fue más rápida que su cuerpo al reaccionar para recobrar la plena
consciencia. Se despertó y se encontró hundiéndose a través de una especie de
habitacioncita desnuda en cuyo centro había un estrado circular, sobre el que se
encontraban cuatro hombres que intentaban retenerle. Se dio cuenta de que estaba
buscando la puerta de la habitación.
Luego, lo entendió todo y se detuvo en seco. Y, tras un segundo, los hombres que le
sujetaban le soltaron. Mientras se apartaban, Paul se vio en una superficie parecida a un
espejo en una pared alejada. Tenía la ropa desgarrada por la explosión, y su nariz
sangraba ligeramente. Sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se limpió la sangre del
labio superior. Dejó de sangrar. Jase y Kantele le miraban desde el otro lado de la sala.
No lo entiendo dijo uno de los hombres que le habían sujetado, un hombrecillo de
aspecto vivaracho con los cabellos castaños y revueltos por encima de un rostro
avinagrado. Miró a Paul de un modo que casi resultaba provocativo . ¿Cómo ha llegado
hasta aquí? Si le ha traído Jase, ¿por qué no ha llegado al mismo tiempo que él?
Paul frunció el ceño.
Quizá porque he sido un poco lento dijo.
Eso no tiene importancia replicó Jase . Si se siente bien, Paul, venga.
Jase salió el primero, seguido por Kantele, que dirigió a Paul una breve mirada de
turbación. Este último les siguió.
Les alcanzó en un vestíbulo que había al salir. Sus paredes estaban vacías, carecía de [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]