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sólo tenía un día, estaba tan manoseado que parecía haber llegado un mes
antes.
»En Cierto sentido, el telegrama, esas cuatro pala
bras, fue el proyectil flexible que se alojó en el cerebro de Reg y fui yo
quien lo disparó, desde Paterson, Nueva Jersey. Estaba tan
completamente borracho que ni siquiera recuerdo haberlo hecho.
»Durante las dos últimas semanas de su vida, Reg había llevado una
vida que era el paradigma de la normalidad. Se levantaba a las seis,
preparaba el desayuno para él y para su mujer y se ponía a escribir
durante una hora. Alrededor de las ocho cerraba su estudio con llave y se
iba a dar un largo paseo con el perro por los alrededores. Según parece,
sus paseos eran de lo más apacible. Se detenía a charlar con cualquiera,
llegaba a un bar cercano, ataba al animal fuera y se tomaba un café.
Luego, seguía su camino. Raras veces volvía a casa antes de las doce.
Muchos días, a las doce y media o la una. Al parecer, se esforzaba por no
encontrarse mucho tiempo con Gertrude Rulin, que era una charlatana
empedernida. Según Jane, su conducta nunca había sido tan rutinaria
como empezó a serlo un par de días después de que Gertrude empezara a
trabajar para ellos.
»Hacía una comida ligera a mediodía, se tumbaba durante
aproximadamente una hora, y luego escribía otras dos o tres horas. Por las
noches, solía ir a visitar a los chicos de al lado, solo o con Jane, o iban al
cine juntos, o bien se quedaban en casa leyendo. Se acostaban temprano;
Reg, por lo general, un poco antes que Jane. Ella me escribió una vez que
hacían muy poco el amor y casi siempre era insatisfactorio para ambos.
Jane dijo:  Pero el sexo no tiene demasiada importancia para la mayoría
de las mujeres. Reg estaba trabajando intensamente y ése era un
sustitutivo razonable para él. Diría que, vistas las circunstancias, aquéllas
fueron las dos semanas más felices en cinco años . Estuve a punto de
echarme a llorar al leer eso.
»Yo no sabía nada acerca de Jimmy, pero Reg, sí. Reg lo sabía todo,
salvo lo más importante: que el chico había empezado a acompañar a su
madre al trabajo.
»~Qué furioso debe de haberse puesto al recibir mi telegrama!
Después de todo, ellos habían llegado. Y, a juzgar por las apariencias, su
propia mujer era uno de ellos, puesto que estaba en la casa cuando
Gertrude y Jimmy se encontraban allí, y nunca le había mencionado la
existencia del chico. ¿Qué es lo que me había escrito en una de sus
primeras cartas?  A veces desconfío de mi mujer.
»El día del telegrama, cuando Jane llegó a casa, Reg había salido.
Había una nota sobre la mesa de la cocina:  Cariño, voy a la librería.
Volveré para la cena . Aquellas palabras no despertaron sospecha alguna
en Jane. Aunque, creo que, de haber leído el telegrama, precisamente la
inocuidad de la nota podría haberle dado un susto mortal. Se habría dado
cuenta de que Reg pensaba que se había pasado al enemigo.
»Naturalmente, Reg no fue a ninguna librería. Fue a una armería del
centro de la población. Compró un 45 automático y dos mil rondas de
municiones. Habría comprado una ametralladora si hubiese estado a la
venta. Pretendía proteger a su Fornit, ¿os dais cuenta?, protegerlo de
Gertrude, de Jimmy e incluso de Jane. De todos ellos.
»A la mañana siguiente, todo se desarrolló según la rutina de cada
día. Jane notó que Reig se había puesto un jersey excesivamente grueso
para el tiempo que hacía, pero nada más. El jersey le servía, claro está,
para ocultar su pistola debajo. Se fue a pasear el perro con la pistola y las
municiones.
»Sólo que esta vez fue directamente al bar donde acostumbraba a
tomar su café matutino, con el perro
y sin detenerse en el camino para charlar con nadie. Ató el perro a la
puerta trasera, donde se recibían las mercancías, y volvió a casa por calles
apartadas.
»Conocía el horario de los estudiantes y sabía que, a aquella hora,
estaban todos fuera. Sabía también dónde guardaban la llave. ~l mismo
abrió la casa, se introdujo sin ser visto, subió al piso de arriba y desde allí
empezó a vigilar su propia vivienda.
»A las ocho y cuarenta vio llegar a Gertrude Rulin, que no estaba
sola. La acompañaba su hijo. Jimmy Ru-un era un niño tan problemático,
tan travieso, que el director de la escuela le había dicho a su madre que
sería mejor que esperase otro año para empezar la enseñanza básica, con
total desconsuelo de Gertrude, que hubiera deseado con toda su alma
tener al niño bien lejos unas cuantas horas al día. Jimmy no tuvo más re-
medio que volver al jardín de infancia y durante la primera mitad del año
fue a las clases de tarde. Las dos escuelas de su zona estaban llenas y no
había plazas disponibles. Gertrude, por otra parte, no podía ir a casa de
los Thorpe por la tarde, porque tenía otra ocupación de dos a cuatro. De
manera que convenció a Jane de que le permitiera ir con su hijo al trabajo
hasta que encontrara una solución. Jane accedió, no sin cierta resistencia.
Sabía que a Reg no le gustaría aquel arreglo, tal como, fatalmente,
ocurrio.
»Jane esperaba que Reg no le diese mayor importancia. Había estado tan
amable últimamente... Pero, por otro lado, era posible que le diera un
ataque. Y, si se llegaba a ese extremo, habría que introducir algunos
cambios. Gertrude dijo que lo comprendía. Y Jane añadió:  Por el amor
de Dios, no deje que el niño toque ninguna de las cosas de Reg . Gertrude
respondió que no se preocupara, que el estudio estaba bien cerrado y que
bien cerrado continuaría.
»Reg debió de cruzar los patios de las dos casas como un pistolero [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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