[ Pobierz całość w formacie PDF ]

fondo, con las alas rotas las patas al aire y bañado en lodo y sangre el blanco plumón de su
collar intocado! . . .
Kesphi, aturdido, sin saber aún fijamente lo que había hecho, pero presintiendo la catástrofe,
se lanzó barranca abajo también, y tuvo que emplear no pocos minutos hasta llegar a la sima
del despeñadero y encontrar allí el tibio cadáver del aguerrido mallcu, que se agitaba aún en
leves convulsiones, con el cráneo magullado por el fenomenal hondazo.
Aquella tarde, contra su costumbre, llegó temprano al caserío, conduciendo sobre sus
hombros, orgullosamente, los despojos del ave y de la bestia.
Al verle llegar así acudió la indiada al establo, consternada de veras por la inaudita proeza del
canijo pastor, y todos reconocieron tener delante los despojos del audaz mallcu.
Las mujeres se precipitaron sobre el cadáver y se pusieron a arrancar el plumón para
ahuyentar de sus casa las aves de mal agüero; los hombres le arrancaron los hígados y los
pulmones, y se los comieron para adquirir la fortaleza y la perspicacia del ave simbólica.
 ¿Y cómo fue? preguntó el hilacata, haciendo uso de su autoridad.
Kesphi abrió la boca y enseñó su fuerte dentadura de lobezno, pero no articuló palabra. No
sabía razonar y era impotente para coordinar algunas frases con lógica ilación.
 ¿A palo? ¿A piedra?
Kesphi comprendió y mostró su honda anudada alrededor del talle.
 Eres un valiente: has matado al mallcu. Eres más que el mallcu.
A estas palabras volvió a sonreír Kesphi, pero ahora había orgullo y vanidad en su sonrisa.
Y articuló, apoyando la mano sobre el pecho:
 Sí; yo, Mallcu.
Le quedó el apodo. Y desde entonces todos le llamaron así, y al que por descuido o por olvido
le llamaba Kesphi, su nombre, torcíale los ojos y le sacaba la lengua, manifiesto signo de
profundo desprecio.
Y nadie se hacía despreciar.
Esta proeza les refirió con torpe frase y media lengua el tonto, cuya vida era simplemente
animal, porque no la movían sino los apetitos de la carne.
La montaña y la soledad habían aplastado completamente su espíritu. Jamás se ponía en
comunicación con ningún ser dotado de palabra. De tarde en tarde cruzaba por allí algún
viajero; pero pasaba de largo, como huyendo de la vecindad de los agentes naturales que allí
se ostentaban en toda su grandeza. Y él se quedaba solo con sus pocas ovejas, solo frente a
la montaña, solo con sus ruidos, con el viento y la tempestad.
Había cerrado la noche, y una vaga claridad comenzó a dorar las cumbres de los montes
sumidos en silencio y oscuridad: era la luna que surgía detrás de un pico del Illimani, rielando
en un cielo limpio y tachonado de estrellas. Lejos, en las cuencas de los valles y en la falda de
los montes, se encendieron algunos fuegos, como para anunciar la presencia del hombre en
esos parajes, cuya grandeza y soledad angustiosa oprimían dolorosamente el corazón.
Los viajeros se dieron a la faena de preparar su merienda.
Uno de ellos, Cachapa, cogió una pequeña chonta que encontró sobre una piedra plana que
servía de muela al pastor y, con disimulo, salióse a cosechar en una chacra de patatas que
había visto crecer detrás de la casa, a la vera del camino, y a poco regresó llevando en su
poncho una buena porción de ellas. Agiali fue en busca de la leña, porque el pastor se
mostraba huraño y permanecía de pie a la entrada de su covacha, mirando con gran curiosidad
los andares de sus huéspedes.
En uno de ellos Agiali alargó el cuello en el interior de la vivienda de Mallcu, iluminada por un
pabilo puesto sobre grasa en roto cacharro, y dijo en voz baja a sus compañeros:
 Este es más pobre que el Leque.
Era el tal un miserable sin más bienes en el mundo que los andrajos con que se cubría.
Cachapa, curioso, se asomó al agujero negro.
Casi nada había en la desamparada vivienda. Un poyo de barro por lecho y encima dos cueros
carcomidos y casi pelados, sobre los que el idiota dormía abrazado a su perro; un fogón con
una olla desportillada encima, un cántaro con el cuello roto, y, colgados de los muros, una
chontilla vieja y dos lazos. Era todo... Quilco, acurrucado contra el ángulo de las dos [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • wyciskamy.pev.pl