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pico millones. Y ahora, a ochenta mil kilómetros y se acercaba lo bastante como
para rozar en la pantalla, aunque se tardarían ocho horas en llegar hasta él. O, en
la hiperimpulsión uno podía recorrer un espacio increíble en ese tiempo.
Bueno, se necesitaba lo mismo que cruzar una habitación hoy para recorrer el
espacio, en el mismo espacio de tiempo con que hubiese caminado veinticinco
metros el Homo Sapiens primitivo.
En la pantalla telescópica Tanith parecía igual que cualquier fotografía de un
planeta tipo Tierra visto desde el espacio, con sus contornos enturbiados por las
nubes, con los mares y continentes y un vago moteado de gris y pardo y verde,
fulminado en el polo por una capa de hielo. Ninguna de las características
superficiales, ni siguiera las cordilleras mayores o los ríos, eran todavía
distinguibles, pero Harkaman y Sir Rener y Alvyn Karffard y los veteranos
parecieron reconocerla. Karffard estaba hablando por teléfono con Paul Roreff, el
oficial detector de señales, que no podía captar nada de la luna ni tampoco nada
que atravesase el cinturón Van Alíen del planeta.
Quizás sus deducciones se equivocaban en eso.
Puede que Dunnan no hubiera ido en absoluto a Tanith.
Harkaman, que tenía la cualidad de ponerse a dormir a voluntad, con un sexto o
enésimo sentido preparado como centinela, se arrellanó en su sillón y cerró los
ojos. Trask deseó poder hacerlo también. Pasarían horas antes de que nada
ocurriera y hasta entonces necesitaría todo el descanso que pudiese obtener.
Tomó más café, fumó cigarrillos en cadena; se levantó y vagó por la sala de
mandos, mirando las pantallas. Señales y detección adquiría muchos informes
rutinarios... cuenta Van Allen, microm meteors, temperatura superficial, potencia
del campo gravitacional, radar y ecos del explorador. Volvió a su silla y se sentó,
mirando la imagen de la pantalla. El planeta no parecía acercarse en absoluto y
debiera hacerlo; se acercaban a una velocidad mayor que la de escape. Se sentó
y clavó la vista...
Despertó con un sobresalto. La imagen de la pantalla era ahora mucho mayor.
Cursos de los ríos y las líneas sombreadas de las montañas se veían con claridad.
Debía ser a principios de otoño en el hemisferio norte; había nieve hasta el
paralelo sesenta y un cinturón pardo se abría paso hacia el sur en contra de lo
verde. Harkaman estaba incorporado almorzando. Por el reloj, habían pasado
cuatro horas.
-¿Dormiste bien? - preguntó -. Estamos cogiendo ahora algún material. Señales
de radio y de la pantalla. No mucho, sino algo. Los locales no habrían aprendido lo
bastante para eso en los cinco años que pasaron desde que estuve aquí. Además,
no permanecimos mucho tiempo.
32
En los planetas sin civilizar que eran visitados por los vikingos espaciales, los
nativos captaban pedazos y retazos de tecnología con mucha rapidez. En cuatro
meses de holganza y de largas conversaciones, mientras se encontraban en el
hiperespacio se enteró de muchas historias que lo confirmaban. Pero el nivel al
que Tanith se había hundido, la comunicación por radio y televisión en cinco años
era un salto demasiado largo.
- No perdiste hombres, ¿verdad?
Ocurrió con frecuencia... hombres que se quedaron con mujeres locales, hombres
que se habían hecho impopulares con sus compañeros, hombres a los que
simplemente les gustaba el planeta y querían quedarse. Siempre eran bien
recibidos por los nativos ya que eran capaces de enseñarles mucho.
- No, no estuvimos lo bastante para eso. Sólo trescientas cincuenta horas. Esto
que estamos consiguiendo es material externo; hay alguien más aparte de los
nativos.
Dunnan. Miró de nuevo al tablero de las estaciones de batalla; seguían
uniformemente iluminando en rojo. Cada cual estaba en su puesto de combate.
Avisó a un robot criado, seleccionó un par de platos y empezó a comer. Al primer
bocado, llamó a Alvyn Karffard.
-¿Consigue Paul algo nuevo?
Karffard lo repasó todo. Una ligera contracción defecto de campo
contragravitatorio. Aún estaba muy lejos para asegurarse. Volvía a ser muerto.
Había terminado y encendió un cigarrillo mientras tomaba café cuando una luz
muy roja destelló y por los altavoces se oyó el grito de una voz.
-¡Detección! ¡Detección del planeta! ¡ Radar y microrayos!
Karffard comenzó a hablar rápidamente en un micrófono de mano; Harkaman
descolgó otro junto a él y escuchó.
- Viniendo de un punto definido, sobre veinticinco quince paralelo norte - dijo y
aparte -: podría ser de un navío escondiéndose contra el planeta. No hay nada en
absoluto en la luna.
Parecía el cielo acercarse al planeta más y más rápidamente. De hecho, lo hacían,
el navío degeneraba para entrar en órbita, pero la decreciente distancia creaba la
ilusión de creciente velocidad. Las luces rojas destellaron de nuevo.
-¡Navío detectado! Precisamente fuera de la atmósfera, dando la vuelta al planeta
por el oeste.
33
¿Es el "Enterprise"?
- Todavía no puedo decirlo - contestó Karffard y entonces gritó -: ¡ Ahí está, en la
pantalla! Esa chispita, a unos treinta grados al norte, saliendo del lado occidental.
A bordo, dos voces, desde los altavoces, gritaban:
- ¡Navío detectado! - y el tablero del puesto de batalla destellaría bien en rojo. Y
Audray Dunnan, en el puesto de mando...
- Nos llama - era la voz de Paul Koreff saliendo del altavoz del pupitre -. Puede dar
impulsos «standard» de los Mundos de la Espada. Interrogativo: -¿Qué navíos son
ustedes? Informativo: su combinación de pantalla. Petición: por favor,
comuníquense.
- Está bien - dijo Harkaman -. Seamos educados y comuniquémonos. ¿Cuál es su
combinación de pantalla?
La voz de Koreff la proporcionó y Harkaman marcó. La pantalla de comunicación
delante de ellos se encendió de inmediato; Trask se colocó su sillón junto al de
Harkaman, las manos apretadas a sus propios brazos. ¿Sería el propio Dunnan y
qué expresaría su rostro cuando le viese aparecer en su propia pantalla?
Le costó un instante darse cuenta de que la otra nave no era el "Entreprise" en
absoluto. El "Enterprise" era gemelo del "Némesis"; las dos salas de mando eran
idénticas. Aquella que aparecería resultaba distinta en su disposición y aparatos.
El "Enterprise" era una nave nueva; aquella resultaba vieja y había sufrido las
manipulaciones de un capitán y una tripulación anticuada durante años.
Y el hombre que se sentaba frente a él, en la pantalla, no era Andray Dunnan, ni lo
había visto jamás. Era un tipo de rostro sombrío, con una vieja cicatriz que le
bajaba por una mejilla desde algo más abajo del 'ojo; tenía pelo negro rizado, en la
cabeza y una leve columnita rizada de humo se alzaba del cigarro mientras que
una taza de café despedía vapores en una taza de plata labrada. Sonreía con
alegría. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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